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La acción portuguesa en la costa rifeña, desde el inicio de las hostilidades hasta mediados del siglo XVI
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LA ACCIÓN PORTUGUESA EN LA COSTA RIFEÑA, DESDE EL INICIO DE LAS HOSTILIDADES HASTA MEDIADOS DEL SIGLO XVI

 

 

Foto Prof. Ahmed Tahiri.JPG

Ahmed Tahiri

 

 

 

Resumen

Por razones relacionadas con el rumbo que tomaron los acontecimientos y la creciente importancia de la navegación oceánica y de los descubrimientos portugueses, la historiografía contemporánea se dedicó exclusivamente a resaltar la acción de Portugal en el Marruecos atlántico, sin prestarle la debida atención a su otra acción en la costa mediterránea.  Con este trabajo de investigación nos proponemos arrojar luz sobre la presencia de Portugal en el Rif, desde el inicio de las hostilidades en el año 1217 hasta la total y definitiva destrucción de la floreciente ciudad mercantil rifeña de Badis (Vélez de la Gomera) en el año 1564. Lo que nos ayuda a descifrar los enigmas de una implacable lucha que se desató para el control de las vías de comunicación intercontinental en el Mediterráneo occidental.

Palabras clave: Rif; Portugal, África, Mercaderes, Navegación.

 



Introduccion

Es obvio reconocer que la historia del Rif ha sido completamente silenciada. Todo el Rif sigue siendo una tierra verdaderamente muy desconocida. Si tan deficiente es el estado actual de la investigación ¿cómo podríamos estudiar la acción portuguesa en la costa rifeña, desde el inicio de las hostilidades hasta mediados del siglo XVI? Nos encontramos ante un eslabón perdido de la historia medieval y moderna del Mediterráneo occidental que deberíamos sacar del olvido. Ya es tiempo de aunar esfuerzos para indagar el asunto, no solo a través de un ángulo de visión europeo como es habitual en estos casos, sino mediante las normas universales de la investigación científica, que requieren sacar a la luz el contenido de todos los géneros de escritos y manuscritos: árabes, portugueses, castellanos, aragoneses, catalanes e italianos.

 

I. La costa del Rif

La costa rifeña ha sido definida por un eminente geógrafo e historiador andalusí del siglo XIII, autor del Libro de la extensión de la tierra en longitud y latitud, quién destacó su estratégica posición en el Mapmundi de la época, mediante sus coordenadas geográficas, valorando las distancias entre sus más importantes ciudades: Ceuta, Badis, Al-Mazamma y Melilla. “A aquel litoral se le llama el Rif" (IBN SA'ID: 74), según sus propias palabras. No nos faltan referencias de eminentes polígrafos de la época que han resaltado su especificidad como territorio dentro de la geografía histórica del Magreb, mediante el denominativo de “Bilad al-Rif" (IBN AL-JATIB: 151, II), o sea país o territorio del Rif. Quien mejor que un autor rifeño nativo de la desaparecida ciudad de Badis (Vélez de la Gomera) podía demarcar su extensión cuando decía: “el Rif se halla entre Ceuta y Telemcen" (AL-BADISI: 15).

No obstante, podemos distinguir dos áreas que han ido ordenándose en la comarca, cada una con su propio tejido socio- cultural. La primera se llamaba “Rif Gumara" (IBN 'IDHARI, 1980: 97, II) por ser el lugar donde se asentaron los descendientes de una numerosa confederación tribal de estirpe bereber. Se les llamaba Gumara por tener como antepasado común a “Gumar hijo de Mustaf hijo de Malil hijo de Masmud" (IBN JALDUN: 117-118, VI). Es la parte más cercana del Rif a las tierras de Portugal y la mejor conocida por sus navegantes. Fue un cruzado anónimo del siglo XII quien dio a conocer por primera vez en tierras portuguesas este topónimo, a través de un relato elaborado en latín y traducido posteriormente al portugués, en los términos siguientes: “Desde el Cabo del Estrecho, en la otra orilla, se ensanchan altísimas montañas; y se le llama Ogrimera, ou Barbaria" (DA SILVA LOPES: 46).

Ceuta ha sido durante la edad media la ciudad más importante de Gumara. Su posición clave “entre dos mares" (IBN SA'ID: 73) le permitió controlar las vías de navegación entre el Mediterráneo y el Atlántico. Además “era el punto de embarque entre dos continentes" (IBN SA'ID: 73). Antes de ser conquistada por los portugueses en el año 1415, ninguna otra ciudad había podido arrebatarle la supremacía en la cuenca occidental del Mediterráneo. Disponemos de una mera referencia que nos informa sobre “sus ricos comerciantes que compraban, en una sola transacción, grandes barcos con todas las mercancías procedentes de la India y de otros países" (IBN SA'ID: 73).

Ademes de asegurar el enlace comercial de Europa occidental con los grandes mercados de Oriente Medio y Extremo, fue a través del puerto de Ceuta que se operaban las transacciones de los mercaderes europeos con África subsahariana. Se trata según un viajero del siglo XII de “una ciudad muy rica en Barbaria adonde concurrían todos los comerciantes cristianos que traficaban con África y sobre todo los de Génova y Piza y allí también es donde se recogían las galeras del Rey de Marruecos" (DA SILVA LOPES: 50).

La segunda área se le llamaba “Rif al-Magreb" (AL-MAQQARI, 1978: 67, I) y también como tierra de “Nakur y Nafza" (IBN HAYYAN: 290). Denominativo que rememora el antepasado común de sus linajes bereberes descendientes de “Nafzaw hijo de Luwa" (IBN HAZM: 497; TAHIRI, 2013: 58-80). Todos los indicios que poseemos demuestran que fue el área donde se libró durante los siglos XIV-XV el desafío más arduo entre las naciones para el control del comercio intercontinental y el traslado de las vías de navegación del Mediterráneo hacia el Atlántico. Lo que posibilitó la expansión de Portugal por el mundo.  

Recordemos que las grandes vías de comunicación que unían África subsahariana a Europa surcaban la costa rifeña. Cabe señalar la importancia del antiguo reino de los Banu Salih de Nakur en asentar las bases de un imponente eje de comunicación que canalizó por primera vez el tráfico entre los dos continentes. Los viajeros recorrían el itinerario desde “Nakur… hasta Siўilmāsa en quince" (AL-MAQDASI: 247) etapas, según las aclaraciones de ilustres geógrafos orientales. Después había que cruzar el desierto, desde “la ciudad de Siўilmāsa… hasta Ghāna" (AL-BAKRI, 1857: 149), como lo había apuntado el eminente geógrafo onubense en su magnífica obra de los itinerarios y reinos. El viaje “se realizaba… durante dos meses" (ANÓNIMO: 200-201).

Todos sabemos que “Ghana es el país del oro" (YAQUT: 192, III), como lo había aclarado un autor oriental del siglo XIII, en su voluminosa enciclopedia geográfica. Los viajeros se aventuraban para traer “el metal precioso: oro en polvo" (ANÓNIMO: 202). Traían también otros productos y artículos de lujo como el “marfil, ébano y colmillos de elefante" (AL-ZUHRI: 118), la “mandolina de al-taswit" (AL-ZUHRI: 118) y “La piel de al-Šarq" (AL-ZUHRI: 118; AL-BAKRI, 1857: 162), entre otros productos más (TAHIRI, 2013: 213).

Todo pasaba a través de Nakur considerada como “la primera ciudad que se edificó en el Magreb" (AL-ZAYANI: 79). Gran metrópoli que controlaba durante los siglos VIII-IX el tráfico entre los dos continentes, como lo habíamos detalladamente analizado en otros trabajos de investigación (TAHIRI, 2013: 212-237; 2018b: 263-265). Se asentaba cerca del litoral, a cinco millas del antiguo “puerto de Nakur" (IBN HAYYAN: 413) que desempeñaba un papel clave en la mencionada red de comunicación intercontinental. Este episodio histórico ha sido totalmente omitido por la historiografía contemporánea.

Fue el cuarto rey de la dinastía de los Banu Salih quien diseñó su fondeadero, hacia mediados del siglo VIII, frente a la “isla que se llamaba al-Mazamma" (IBN HAWQAL: 53). Gracias a su estratégica posición, controlaba las vías de navegación hacía Pechina, Ibiza, Mallorca, Barcelona y la Narbonense donde se bifurcaban los itinerarios en tierra firme hacia Bulgaria, Rusia y los países Bálticos (TAHIRI, 2013: 212-222; TAHIRI, 2015: 78-81). Otra línea de navegación unía la costa rifeña con Sevilla y los puertos de Gharb al-Andalus (TAHIRI, 2013: 218-222). Más intenso ha sido el tráfico por tierra y mar en el sentido opuesto hacia Alejandría donde se conectaba con las vías de comunicación de larga distancia hacia los atractivos mercados de India y China.

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Figura 1 - Nakur de los Banu Salih y su red de comunicación intercontinental

 

Gracias a su actividad mercantil, el puerto de Nakur no tardó en transformase a partir del siglo X en una floreciente ciudad costera, con sus mercados, alhóndigas, baños, barrios y arrabales. Lo que ha sido reflejado en las fuentes de la época atribuyéndole el calificativo de “ciudad de Al-Mazamma" (AL-BAKRI, 1857: 99; AL-ZUHRI: 113; IBN 'IDHARI, 1980: 180, II). Ocupaba en la cuenca occidental del Mediterráneo el mismo rango que la ciudad de Alejandría en su cuenca oriental (TAHIRI, 2002: 153-161). A juzgar por las observaciones de un eminente geógrafo, no había mejor ejemplo como “su mezquita que, en su aspecto, era análoga a la mezquita de Alejandría, con sus torres vigías y sus demás dependencias" (AL-BAKRI, 1857: 91).

Señalamos que la ortografía del topónimo ha sufrido todo tipo de distorsiones gráficas, como es habitual entre los autores europeos. En los documentos como en la cartografía moderna leemos su nombre con las siguientes variantes: Algouzemes, Al-bouzemes, Albouzème, Buzemma, Arbosien, entre otras más. Fue a partir del siglo XII, cuando se realizó un ligero desplazamiento de la red intercontinental de comunicación hacia la ciudad de Badis o Vélez de la Gomera. Ciudad costera que ha ido creciendo hasta convertirse durante los siglos XIII-XV en una de las más importantes ciudades artesano comerciales de la época. Entablaba estrechas relaciones comerciales con Venecia, Túnez, Alejandría, Beirut (AL-WAZZAN: 327, I; AL-BADISI: 74) y otras ciudades más.  

El intercambio de mercancías, la acuñación de dinero y la producción artesanal, favorecieron el crecimiento urbano en toda la costa rifeña. Por ello, se le atribuyó el nombre del Rif a este territorio cuyo significado “simboliza la fertilidad y la abundancia en abastos y la cercanía al agua. También, se le llama Rif al lugar donde florece la vida urbana" (IBN MANDHUR: 128-129, IX; AL-FARAHIDI: 169, II), según los más acreditados diccionarios de la lengua árabe clásica.

La acumulación de la riqueza en forma de moneda de oro y plata favoreció el nacimiento en la costa rifeña de la más antigua forma del capitalismo mercantil, como lo habíamos detalladamente analizado en otros trabajos de investigación (TAHIRI, 2015: 7-61; 2013: 201-237). Hemos logrado, a través de un estudio profundizado en las crónicas históricas, dictámenes jurídicos, epístolas filosóficas y otros géneros de escritos árabes detectar el proceso de la acumulación del capital en manos de una emergente clase social, denominada por los escritos de la época, como: “Arbab al-tiўāā'āt wa-l-mu'āmalāt wa-l-amwal" (IJWAN AL-SAFA: 248, I) es decir: los dueños de comercios, transacciones y dinero. Su más antigua versión ha sido detectada en el puerto de Nakur por el decano de los historiadores andalusíes quien hizo referencia a aquella emprendedora clase social, denominada como “ashāb al-salāma min al-tuўўār" (IBN HAYYAN: 414) o sea, los plácidos señores comerciantes.

No se trataba de simples comerciantes como lo habíamos averiguado, sino de verdaderos capitalistas que realizaban inversiones a través de contratos bilaterales mediante una serie de formularios y procedimientos. Tampoco escatimamos esfuerzos en analizar los pormenores de aquel precursor modo de producción capitalista, desde que vio la luz en las costas rifeñas hasta que alcanzó la cima de su evolución en la Córdoba califal, cinco siglos aproximadamente antes de su posterior reaparición en una segunda versión en las ciudades italianas. Nuestros análisis se dedicaron a estudiar su impacto en el sector monetario (TAHIRI, 2015: 15-37; 127-147) agrícola (TAHIRI, 2004: 265-282), artesanal (TAHIRI, 2009: 235-264, 317-402), comercial (TAHIRI, 2015: 41-61) y minero (TAHIRI, 2009: 265-316).  

 

II. Costa del mar o el cimiento de la expansion poruguesa

Todos los indicios que obran en nuestro poder indican la importancia del océano atlántico como factor determinante en favorecer la peculiaridad del territorio denominado por las fuentes árabes como “Qasiyat al-Gharb" (TAHIRI, 2011: 54-58), es decir la parte más occidental de Gharb al-Andalus. Al litoral atlántico que bordea aquellas tierras se le denominaba como costa del mar oceánico (IBN BASSAM: 22, 187, II-I), según los términos utilizados en el siglo XII por el eminente autor de Santarém en su enciclopédica obra histórica. Nos encontramos ante un entorno geográfico singular, al que otros autores andalusíes llamaban “la costa del mar" (ABU-L-JAYR, 372, 633, II; IBN AL-ABBAR: 202, II). Para matizar su condición particular, los hombres de letras solían atribuirle el denominativo de “país costero" (IBN BASSAM: 860, III-II) y a su gente el calificativo de “pueblo de las costas" (ABU-L-JAYR, 416, II).  

Formaba parte de la gran entidad regional ordenada, según el concepto territorial de la época, dentro de lo que se llamaba entonces “Gharb al-Andalus" (IBN AL-QUTIYA: 31, 45; AL-MAQQARI, 1968: 167, 414, I; 471, IV) es decir la parte occidental de al-Andalus o de la Península Ibérica, que incluía las coras de Sidonia, Sevilla, Niebla y Mérida, como lo habíamos averiguado en otros trabajos de investigación (TAHIRI, 2006: 342-348). A toda esta parte occidental de la Península se le calificaba en aquel tiempo como “la parte de Algarve" (IBN AL-QUTIYA: 101) o simplemente como “Algarve" (IBN BASSAM: 14, II-I; 62, III-I; IBN 'IDHARI, 1980, 52, 84, 198, II), mucho más amplio que el Algarve actual.

Para marcar la diferencia entre este espacio concreto de Qasiyat al-Gharb y Gharb al-Andalus en general, los polígrafos andalusíes solían utilizar las siguientes expresiones: “Todo Algarve" (IBN AL-QUTIYA: 48, 102), “Algarve entero" (IBN 'IDHARI, 1980: 52, II) o “Algarve en su totalidad" (IBN BASSAM: 14, II-I), como lo habíamos detalladamente analizado en otro trabajo de investigación (TAHIRI, 2018ª: 13-26). También utilizaban otras expresiones como “aqtar al-Gharb kulliha" (AL-IDRISI, 1975: 543), es decir: todas las regiones de Algarve.   

El territorio de Qasiyat al-Gharb comprendía como subdivisiones administrativas las coras de Occónoba, Beja y Santarém, incluyendo la comarca fronteriza que se extendía hacia el norte hasta la actual Galicia. Es precisamente allí donde se desmarcaba de otra entidad territorial, designada por un ilustre historiador andalusí como: “Ardh Yiliqiya" (IBN HAYYAN: 425), que traducido literalmente quiere decir: “Tierra de Galicia" donde moraba el pueblo vecino denominado “Yalaliqat Al-Garb" (IBN HAYYAN: 381), o sea: los gallegos de Algarve. Nos encontramos ante un término andalusí que se utilizaba durante toda la época para designar un territorio concreto que coincide exactamente con el actual Portugal. 

Dejando aparte la situación geográfica, nos encontramos ante una entidad territorial específica con la cual los nativos se sentían social y culturalmente identificados y diferenciados de los demás pueblos de la Península ibérica. Nos referimos a los denominados por las fuentes de la época como: la gente de Algarve “(=Ahl al-Gharb)" (IBN AL-QUTIYA: 48; AL-IDRISI, 1975: 549). Para marcar aquella sensibilidad, los nativos solían expresar su pertenencia a la tierra que los vio nacer, en los términos siguientes: la región de nuestro Algarve “(=Yihat Garbina)" (ABU-L-JAYR: 488, II). Ha sido precisamente en esta tierra donde el conocimiento, la experiencia y las técnicas de navegación en el océano atlántico alcanzaron durante los siglos IX-XI la cima de su evolución.

No había durante aquella época mejor navegadores en las aguas del “Grandísimo Mar" (AL-ZUHRI: 91) oceánico ni mejor conocedores de sus peligros como la gente de Qasiyat al-Gharb. Utilizaban grandes y potentes navíos llamados “Al-Qaraquer al-Kibar" (IBN SA'ID: 114) para viajar, a través de las vías de navegación hacia Burdeos, Inglaterra y Irlanda, como lo habíamos averiguado en otro trabajo de investigación (TAHIRI, 2009: 126-127). Navegaban también en las aguas de África “hasta Ribat Quz en el litoral de Agmat" (AL-BAKRI, 1857: 153). Ponían rumbo al sur “hasta alcanzar Al-Sus Extremo, donde se enmarcaba la meta final de los barcos provenientes de al-Andalus" (IBN ABD AL-BARR: 35) según lo documentamos en trabajos dedicados a este tema (TAHIRI, 2009: 109-110). 

No es casualidad que sea en Lisboa donde se organizó en el siglo X la primera expedición que se conoce en la historia con el objetivo de explorar lo que había más allá del océano atlántico, cinco siglos aproximadamente antes del descubrimiento de las Américas. El evento fue señalado por el erudito geógrafo de Ceuta en los términos siguientes: “de la ciudad de Lisboa salieron los aventureros para navegar en las desconocidas aguas del océano para descubrir lo que había en él y hasta dónde llegan sus límites" (AL-IDRISI, 1975: 548).  

Recordemos que fue en “Qasr Abi Danis" (AL-MAQQARI, 1968: 414, I), actual Alcacer do Sal, donde se estableció en el siglo X la base naval más grande en todo Occidente (TAHIRI, 1989: 124; TAHIRI, 2018c: 142-143). En sus astilleros se perfeccionaban los más majestuosos barcos de la época. No nos faltan detalles sobre los diferentes tipos de navíos y embarcaciones que se producían durante aquella época, tanto para uso comercial como militar, algunos con gran capacidad de carga. Las fuentes consultadas nos aportan detalles de sumo interés sobre los nombres, los componentes y las características técnicas de cada tipo, según detallamos en otro trabajo de investigación (TAHIRI, 2009: 366-370). Disponemos de una mera referencia que nos informa sobre el más hermoso y sofisticado buque que jamás se había construido antes en los astilleros de Gharb al-Andalus. Fue en los años ochenta del siglo XI (IBN BASSAM: 661, II-II) y no tenía parecido en el mundo, por su calado, anchura, capacidad y altura, según la descripción del célebre autor de Santarém.  

Sería oportuno recordar el viaje emprendido en el siglo XII por el eminente filósofo, cartógrafo y geógrafo de Ceuta Al-Idrisi por las tierras de Qasiyat al-Gharb hasta llegar a Lisboa. Desde sus calles y también desde Hisn Al-Ma'den situado en la otra orilla contempló la desembocadura del rio Tajo, una de “las maravillas del Mundo" (AL-IDRISI, 1975: 527) según sus propias palabras. Estamos ante un incansable viajero por el mundo entero, quien había puesto en prueba todo “lo que aprendió de los libros de sabios, filosofastros e ilustres expertos en la ciencia de la configuración del mundo habitado" (AL-IDRISI, 2007: 104; 1975: 7). No escatimó esfuerzos en “examinar lo dicho por los expertos ingenieros y los sabios investigadores sobre la parte poblada de la Tierra, comprobando sus medidas y analizando los comentarios de los antiguos especialistas del tema" (AL-IDRISI, 2007: 107).

Dada la enormidad del campo de sus investigaciones que abarca todo el mundo habitado, al-Idrisi se apoyó en un equipo de exploradores, cuyos miembros se distinguían por ser “gente inteligente, ingeniosa y sagaz" (AL-SAFADI, XIV: 106). A cada grupo encargado de investigar la geografía de una provincia o de una zona determinada, le asignaba un equipo técnico compuesto de “una cuadrilla de diseñadores para dibujar lo que vieran con sus propios ojos" (AL-SAFADI, XIV: 106). Se trata de un magno proyecto cuya realización duró “alrededor de quince años" (AL-IDRISI, 1975: 6) de trabajo.

Los geógrafos magrebíes y andalusíes de la época estaban al tanto de todo lo referente a la esfericidad y a los movimientos de rotación y traslación de la tierra. Conocían también los giros de los orbes celestes y su impacto sobre la tierra. Los grandes logros científicos llevados a cabo durante los siglos IX-XI por los pioneros sabios del Rif y de al-Andalus permanecieron vivos en Qasiyat al-Garb hasta mediados del siglo XIII. Impresionante ha sido la innovación técnica en los campos de la física, química, mecánica y aerodinámica. Lo que no llevó a confirmar el inicio de una precoz revolución científica en las tierras de al-Andalus, seis siglos antes de la acontecida en Europa occidental (TAHIRI, 2019: 109-112). Episodio que ha sido totalmente omitido de la Historia de la Ciencia.

 

III. Portugal y el comienzo de la hostilidad

Hemos podido documentar la palabra Portugal como topónimo en varias fuentes árabes de la época. Al principio se mencionaba como nombre de una ciudad, como lo podemos apreciar en la voluminosa obra dedicada a la historia del mundo, compuesta por Ibn al-Athir bajo el título de Al-Kamil fi al-tarikh (=Historia Completa). Aparece en un contexto relacionado con la campaña militar desplegada por Fruela I de Asturias hijo de Alfonso I, en el año 757. Fue este rey quien logró “expulsar a los musulmanes de las comarcas fronterizas de Galicia, adueñándose de Lugo, Portugal, Salamanca, Zamora, Ávila, Segovia y Castilla" (IBN AL-ATHIR: 83, V) según las palabras del autor.    

Portugal aparece también como entidad urbana en la célebre crónica de los reyes de Marruecos, compuesta por Ibn Abi Zar' de Fez, quién la mencionó en un pasaje relacionado con la incursión almorávide llevada a cabo “en el año 504 de la hégira (1110) bajo el mando de Siri b. Abi Bakr, a raíz de la cual se tomaron las ciudades de Jerez, Badajoz, Portugal, Évora, Lisboa y toda la parte occidental" (IBN ABI ZAR': 161). Asimismo, se le asignó el calificativo de “ciudad de Portugal" (AL-BAKRI, 1992, 891: II) por el eminente geógrafo onubense en su prestigiosa obra de los Itinerarios y Reinos, compilada en el siglo XI. Tampoco nos faltan referencias en las fuentes cristianas a “la villa que dizen Portogal" (ALFONSO EL SABIO: 651), aludiendo a una pequeña población de época andalusí situada cerca de Viseo y Lamego en el norte del país.

Según “el arzobispo don Rodrigo de Toledo que compuso la historia de los reyes de España" (ALFONSO EL SABIO: 650), fue el conde Henrique de Borgoña (1096-1112), padre del primer rey de Portugal quién arrebató la ciudad a los almorávides. Este notable hombre de estado nos informa, en su calidad de historiador militar experimentado en la organización de las cruzadas contra los almohades de al-Andalus, sobre como “aquel conde don Henrric... gano de los moros la tierra" (ALFONSO EL SABIO: 650-651), especificando que se les había ganado las localidades de “Viseo, Lamego, et la villa que dizen Portugal" (ALFONSO EL SABIO: 650).

Nos encontramos ante el momento crucial que vio nacer una nueva entidad territorial; la denominada en los documentos y crónicas portuguesas como “Portucale o Terra portugalense" (HERCULANO: 12, II). Evento que ha sido anotado en el magnífico diccionario geográfico magrebí con la siguiente expresión: “Bilad Portugal" (AL-HIMYARI: 471), es decir: Tierra de Portugal. Lo que ha sido puesto en evidencia por el autor de la voluminosa enciclopedia medieval egipcia quién, al referirse a “Portugal, lo sitúa en el lado occidental de Castilla como pequeña provincia que abarca Lisboa e Gharb al-Andalus" (AL-QALQAXANDI: 270, V). Es exactamente lo que anotaron eruditos historiadores portugueses en su magnífica Historia de Portugal en los términos siguientes: “Portucalecomienza entonces a figurar como provincia distinta" (HERCULANO: 12, II). 

Sin embargo, sería oportuno señalar que no se trataba de un simple distrito dependiente de Galicia, sino de una nueva entidad política que acaba de ver la luz en la zona. La entidad no tardó de ser reconocida en la Historia de la Península Ibérica como “Condado de Portugal" (ALFONSO EL SABIO: 650) o “Condado portucalense" (HERCULANO: 8, II) fijando su capitalidad en “Coymbria, que era entonces tenida en Portogal por ciudad real" (ALFONSO EL SABIO: 650), según notifica la primea crónica general de España. Evento que coincide con la decadencia del sultanato almorávide “lo que animó a sus enemigos cristianos a arrebatarle muchas de las comarcas fronterizas" (AL-MURRAKUXI: 208), según la expresión de los cronistas magrebíes.    

Con ello se referían a las conquistas realizadas por el sucesor del Conde don Henrique, denominado por las crónicas de la Historia de Marruecos, como “Ibn Al-Rink" (IBN 'IDHARI, 1985: 105) y también como “Adfuns Ibn Al-Rink" (IBN SAHIB AL-SALAT: 436), es decir: Alfonso hijo de Henrique. Logró con su persistente lucha ampliar al máximo su señorío aprovechando el desplome del poder almorávide en al-Andalus que ha ido consumiéndose, desde el año 1106 hasta la llegada de los Almohades en el año 1145. Se le atribuía el calificativo de señor de Coímbra: “Sahib Qulmuriya" (IBN 'IDHARI, 1985: 105; IBN SAHIB AL-SALAT: 436), según las fuentes árabes que hemos consultado.  

Fue más tarde cuando se proclamó Rey concediéndole el apelativo de Alfonso I y primer rey de Portugal. Los documentos portugueses nos aportan valiosos detalles sobre ello a través de la misiva real enviada al papa Inocencio II día 13 de diciembre de 1143 en la que se autodenomina como sigue: “ego Adefonsus, rex Portugalensis" (DIAS DINIS: 1). Título que ha sido ratificado por la máxima autoridad eclesiástica mediante la célebre bula papal que le ha sido remitida por Alejandro III desde Roma el día 23 de mayo de 1179. En ella, se le califica como rey de Portugal con la siguiente expresión: “Karissimo in Christo filio Alfonso, jllustri Portugalensium regj" (DIAS DINIS: 18). Evento de magna importancia que ha sido estudiado por eminentes historiadores portugueses que analizaron cómo “Alfonso I toma el título de rey" (HERCULANO: 189-294, II; LOPES: 340-358). 

Estamos asistiendo a la formación del estado y de la nación descrita por las fuentes y documentos de la época como “Regnum Portugalense" (DIAS DINIS: 18). Sus élites no tardaron en ampliar su territorio, delimitar sus fronteras y establecer las reglas de una lengua nacional, adoptando el catolicismo como única confesión. Para ello, había que desmantelar las estructuras político administrativas de Qasiyat al-Gharb, desarraigar las raíces de la sociedad andalusí y de toda una cultura basada en la diversificación étnica, la pluralidad lingüística y la libertad de culto. No nos faltan detalles sobre la persistente intromisión eclesiástica mediante bulas papales enviadas a los reyes de Portugal insistiendo en que “no se permite ejercer la religión mahometana en las regiones conquistadas" (DIAS DINIS: 251).   

Los fondos de archivo portugueses y del vaticano abundan en detalles sobre la relación de “vasallaje" (DIAS DINIS: 1) establecida entre los reyes de Portugal y la Santa Sede, a la que deberían prestar subordinación y pagar un censo anual. En contrapartida los papas se comprometían a poner el reino bajo su amparo y protección (DIAS DINIS: 36). Cabe señalar la importancia que representaba lo que consideraba Roma como “grandes servicios prestados a la Santa Iglesia… por las victorias alcanzadas contra el enemigo de la fe católica" (DIAS DINIS: 18, 26, 36), primero en Qasiyat al-Gharb y más tarde en la costa rifeña.  

Muy significativa ha sido la precoz avanzadilla portuguesa que logro cercar por tierra y mar la ciudad de Silves consiguiendo conquistarla en el año 1189. Los acontecimientos han sido compendiados por las crónicas de la Historia de Marruecos señalando como “en el año ochenta y seis de la hégira los cristianos conquistaron la ciudad de Silves y las ciudades de Béja y Evora en Gharb al-Andalus" (IBN ABI ZAR': 219, 269). Se trata de una gran campaña naval en la cual participaron “55 navíos… de Flandes" (DA SILVA LOPES: 10), “36 navíos grandes" (DA SILVA LOPES: 12) de Inglaterra e de otros países. Se unieron a ellos “muchos navíos de Lisboa" (DA SILVA LOPES: 12; HERCULANO: 168, III), “una Galera… de Galicia" (DA SILVA LOPES: 12) y otro “navío de peregrinos de Bretaña" (DA SILVA LOPES: 12).

Las crónicas portuguesas nos aportan datos de interés sobre aquel transcendental suceso en el cual participaron cruzados “alemanes, flamencos, franceses" (RUY DE PINA, 1727ª: 18) e ingleses (DA SILVA LOPES: 2-4). Todos ellos “invitados por el Rey de Portugal" (DA SILVA LOPES: 12) a aunarse a las hostilidades, contra los que se consideran infieles. El aplastante éxito no hubiera sido posible sin “la ayuda prestada a él por mar con Gáleos y Galeones extranjeros" (AL-MURRAKUXI: 280) según relata un autor magrebí.

Los cruzados actuaron con excesiva agresividad contra la población local, embriagados por el odio religioso predicado por el papado contra el islam y los musulmanes considerados como “paganos" (DIAS DINIS: 30, 33), “infieles" (DIAS DINIS: 41) y “enemigos de la fe católica" (DIAS DINIS: 18, 26). Al tomar tierra, redujeron “en ruinas el castillo de Alvor" (DA SILVA LOPES: 12) donde acometieron una horrible matanza, según atestigua el cruzado anónimo en los términos siguientes: “hemos escuchado de verdad que han matado a cerca de 5.600 personas, sin distinción de sexo o edad" (DA SILVA LOPES: 10). Hechos que han sido relatados por la historiografía portuguesa haciendo hincapié en la localidad de Alvor que se vio “reducida en un monte de ruinas" (HERCULANO: 168, III).  

La participación de la flota extranjera ha sido también decisiva en la conquista de la imponente base naval andalusí de Alcacer do Sal, según anotó el conde holandés y condestable de los cruzados extranjeros en su carta enviada al papa Honorio III el 26 de octubre de 1217 diciendo: “con 100 barcos tomamos aquella plaza a los sarracenos" (DIAS DINIS: 48). Los pormenores de aquella batalla en la que participó “una flota tan grande" (RUY DE PINA, 1927b: 9) han sido narrados por cronistas portugueses (RUY DE PINA, 1927b: 9-17). Se trata de “una de las grandes derrotas, muy parecida a la derrota de las Navas de Tolosa" (AL-NACIRI: 227, II) según apuntan las crónicas marroquíes.   

Impactante ha sido el exterminio de la población de Alcacer do Sal y de su entorno rural. Sus mandos fueron pasados a cuchillo y “treinta mil Moros más" (RUY DE PINA, 1927b: 16). “Otros moros que los cristianos encontraron en las aldeas y en los lugares de alrededor, todos a hierro murieron" (RUY DE PINA, 1927b: 17), según afirman las crónicas portuguesas. Lo mismo testifican los cronistas marroquíes sobre el triste destino sufrido por los aldeanos “que han sido todos sacrificados hasta el último individuo" (AL-NACIRI: 227, II). Son los mismos términos utilizados para describir lo que ha tenido que sufrir la población cercada dentro del recinto amurallado de Alcacer do Sal. Tras “asaltarlo por la fuerza de las armas mataron a todos los musulmanes que había dentro" (AL-NACIRI: 227, II).   

Fue precisamente en aquel momento, según consideramos, cuando se determinó el porvenir de la navegación en el Mediterráneo occidental. Se inició una nueva era marcada por la expansión, la destrucción y la piratería cristiana en la costa rifeña. Actividad que no tardó en revelarse muy beneficiosa. Recordemos que tras la conquista de Silves, se difundieron confidencias sobre “las galeras de Lisboa que acompañaron a los cruzados hasta el Estrecho. Al regresar se propagaron noticias sobre su prospero viaje y como trajeron cautivos algunos Moros" (DA SILVA LOPES: 10-12).

Actividad que se incrementó drásticamente después de la conquista de Alcacer do Sal y sobre todo tras la gran ofensiva naval genovesa contra la ciudad de Ceuta en al año 632 de la hégira (1234). Asediaron la ciudad, asfixiaron su actividad comercial y constriñeron sus habitantes a liberarse del yugo mediante el pago de un rescate de 4000 dinares de oro (AL-NACIRI: 244, II). Toda la costa rifeña se encontró desde aquel entonces enfrentada a una constante amenaza, a la merced de la piratería cristiana.   

Recordemos que la formación del reino de Portugal permaneció incompleta hasta la caída del castillo de Aljezur en 1249. Acontecimientos que han sido narrados por la célebre crónica dedicada a explicar “cómo el Maestro Dom Payo Corea arrebató este reino de Algarve a los moros" (DA FONSECA, 1987: 81-109). A partir de aquel entonces se le atribuyó a Alfonso III, quinto rey de Portugal, un nuevo y rectificado título real. Según las crónicas portuguesas dedicadas a su reino, “él fue el primero en otorgarse el título de rey de Portugal y del Algarve" (RUY DE PINA, 1728: 21).

Desde entonces, a todos los reyes posteriores se les reconocía el calificativo de “rey de Portugal e de Algarve" (DIAS DINIS: 143, 150). La nueva dimensión territorial del reino de Portugal no tardó en aparecer reflejada en los documentos de la Santa Sede en los términos siguientes: “Regnorum Portugalie et Algarbij" (DIAS DINIS: 218) o sea: “Reinos de Portugal y de Algarve" (DIAS DINIS: 194). Una vez concluida esta fase histórica, se inició en Portugal una nueva etapa de su historia. Nos referimos a la expansión portuguesa de ultramar.

 

IV. Precencia portuguesa en el rif: 1217-1415

Poco sabemos sobre la presencia portuguesa en el Mediterráneo y menos todavía en lo que se refiere a su acción en la costa rifeña. El interés académico se había centrado en la red de plazas que ocupó a lo largo de la costa atlántica, desde la conquista de Ceuta hasta el abandono de Mazagán en 1769. Sin embargo, la época que datamos desde la caída de la base naval almohade en Alcacer do Sal “en el día de San Lucas a dieciocho del mes de octubre de la era de nuestro Señor de mil doscientos diecisiete años" (RUY DE PINA, 1727b: 17) hasta 1415, permaneció fuera de estudio. Nos encontramos ante un capítulo entero que ha sido omitido de la historia de Portugal y de Marruecos.  

Primero porque las crónicas marroquíes centraron su interés en narrar los acontecimientos relacionados con la acción del poder central asentado en Marrakech y Fez, silenciando de manera sistemática todo lo relacionado con el Rif. Lo que suscitó una viva reacción de un historiador rifeño del siglo XIII que no se detuvo en denunciar la postura de la elite oficial hacia “nuestro descuidado Rif" (AL-BADISI: 15), según sus palabras. En segundo plano, porque las bulas papales de la Santa Sede, los documentos y las crónicas portuguesas relacionadas con este asunto permanecen hasta nuestros días fuera de estudio.  

Por ello, la sociedad científica sigue hasta hoy en día sosteniendo la idea según la cual “los portugueses solo tuvieron un papel de poca importancia hasta su instalación en Ceuta en 1415" (ROSENBERGER: 149). Cabe señalar que la indagación sobre la presencia portuguesa en el Mediterráneo se orientó principalmente en una única dirección, hacia la costa “este de la Península Ibérica, Provenza e Italia" (PAVIOT: 671) descuidando todo lo referente al litoral rifeño. Lo esencial de nuestros conocimientos sobre la expansión portuguesa en el Mediterráneo se refiere al siglo XV y en menor medida a la segunda mitad del siglo XIV (HEERS: 5-24; DA FONSECA: 1978). Por otra parte, el interés académico se orientó esencialmente hacia temáticas relacionadas con la navegación, el comercio y las relaciones políticas (BARATA, 1998). Por consiguiente, todo un capítulo de la historia de la expansión portuguesa, se había dejado caer en el olvido, según consideramos. Nos encontramos ante un vacío que ha sido descrito por un autor en la siguiente expresión: “la presencia de Portugal en la costa mediterránea no es clara" (PAULA: 2019: 32).  

Sabemos a través de los documentos de la época que la navegación portuguesa permaneció por lo menos hasta finales del siglo XIV sujeta a la protección real y al control eclesiástico. No nos faltan datos sobre el poder ejercido por arzobispos, bispos e demás prelados a través del “servicio de los clérigos en las… galeras" (DIAS DINIS: 243). En la navegación como en la transacción comercial, los “Barqueros" (DIAS DINIS: 258, 259) como los “Maestros de las galeras" (DIAS DINIS: 258, 259) residentes en Lisboa - por ejemplo - dependían de la “Autorización notarial del prior de la Colegiata de S. Estevão de la ciudad" (DIAS DINIS: 258). La relación de vasallaje regulaba todo el organigrama social, desde el más humilde remero hasta el “caballero, vasallo del rey y almirante de las galeras" (DIAS DINIS: 262).  

Para poder descifrar los enigmas de este periodo histórico deberíamos fijarnos en los paradigmas y prácticas que lo caracterizaban. El sistema político y la estructura socio- económica del recién nacido estado de Portugal era totalmente feudal. La relación de vasallaje y las órdenes religioso-militares formaban su columna vertebral. Es cierto que la actividad comercial y la marina mercante han ido creciendo lentamente desde mediados del siglo XIII y a lo largo del siglo posterior entablando relaciones esporádicas con los atractivos mercados de Normandía, Flandes e Inglaterra, entre otros. Pero no es solo a través de la actividad mercantil que deberíamos indagar la presencia portuguesa en el Mediterráneo occidental, sino también mediante la acción de su clérigo en su Guerra Santa contra el enemigo de ultramar.   

Muy significativa es la bula del papa Gregorio IX con fecha de 18 de febrero de 1241 “dirigida a los cristianos del reino de Portugal para instarlos a acompañar a su rey o a las personas a quien confía luchar, por tierra y por mar, contra los enemigos de la Cruz" (DIAS DINIS: 77). El mensaje quedó muy claro, la guerra contra los musulmanes no iba a quedar zanjada con la conquista de Algarve. Si el combate por tierra estaba entonces a punto de concluir con la toma de Aljezur en 1249, otro desafío de mayor envergadura no hacía más que empezar y seria en los mares.  

Si a otras naciones de Europa les tocó el deber de “partir en defensa de la Tierra Santa" (DIAS DINIS: 77) para la “remisión completa de los pecados" (DIAS DINIS: 45-46) según predicaba la Santa Sede, los portugueses tenían campo de batalla justo detrás de la puerta, en la vecina costa rifeña. Es exactamente lo que estipuló la bula papal dirigida por Gregorio X el día 6 de agosto de 1274 “al Maestro y frailes de la Orden de Calatrava, para eximirlos del pago de la diezma de sus ingresos eclesiásticos para Tierra Santa decretada en el Concilio General, pues estaban ocupadas en la defensa de la fe cristiana contra los sarracenos de África" (DIAS DINIS: 83).  

Otra bula con fecha de 12 de noviembre de 1275 corrobora la decisión papal “que había dispensado al Maestro y a los frailes de la milicia de Calatrava de pagar el referido diezmo por ocuparse de la defensa de la fe cristiana contra los sarracenos de África" (DIAS DINIS: 86). No nos faltan datos sobre la temprana presencia de esta Orden en Portugal y su impacto sobre las Ordenes religioso militares portuguesas de la época (JAVIERRE MUR: 1952; COCHERIN: 31-47). Nos encontramos ante documentos de sumo interés que nos informan sobre la acción portuguesa en la costa rifeña que se llevaba a cabo desde mediados del siglo XIII por Órdenes religiosas.

Recordemos que las líneas de navegación que unían el Occidente musulmán con el Oriente medio se vieron seriamente amenazadas tras la ofensiva naval cristiana que logró conquistar la estratégica ciudad de al-Mahdiya en Túnez, en el año 1087. Participaron en la ofensiva flotas de Piza, Génova, Amalfi y Salerno (TAHIRI, 2009: 213-214). Desde aquel entonces una nueva era caracterizada por el enfrentamiento entre el islam y el cristianismo se vio nacer en la cuenca occidental del Mediterráneo. Sin embargo, fue después de la derrota almohade en las Navas de Tolosa y sobre todo después de la caída de su imponente base naval en Alcacer do Sal en el año 1217, cuando la costa rifeña se vio seriamente amenazada y expuesta al ataque de los navíos cristianos.

Es cierto que antes de emprender su ofensiva, el sultán almohade tomo precauciones fortificando dos de las más importantes ciudades portuarias del Rif. Nos referimos a la “construcción de la muralla de al-Mazamma... y la construcción de la Alcazaba de Badis" (IBN ABI ZAR': 233) en el año 1204. Sin embargo, los poblados de toda la costa rifeña permanecieron, después de las mencionadas batallas, al descubierto. Disponemos de importantes detalles narrados por los propios rifeños describiendo el sufrimiento que les tocó vivir y el constante miedo a ser atacados y a caer ellos o sus mujeres e hijos en cautiverio.

En el año 1237, una galera cristiana se arrimó a la costa de Temsaman donde cautivaron al muy venerado místico Al-Hay Ibrahim b. 'Isa b. Abi Dawud, nieto del fundador del esplendoroso Santuario de al-Rábida, situado a pocas millas al este de la actual ciudad de Alhucemas. Volvieron unos años más tarde, “asaltaron su casa y saquearon todo su contenido" (AL-BADISI: 61), a sabiendas que la gente le confiaba en depósito sus bienes y ahorros. El lugar no tardó a convertirse en área de descanso para las galeras enemigas porque “al borde del mar había una fuente de agua frecuentada por los cristianos para abastecerse" (AL-BADISI: 60; TAHIRI, 2017: 24).  

Se multiplicaban los ataques contra los viajeros rifeños que se desplazaban por las concurridas líneas de navegación que unían pueblos y ciudades de la costa, desde Guisasa en el Rif oriental hasta Ceuta. Mencionamos a modo de ejemplo a un viajante de Badis “que quería ir con su familia a Tiguisas en el país de los Gumara… han sido atacados en el puerto de Yalis (Cala Iris) cautivaron a su esposa y a una hija suya pequeña y a su hermana" (AL-BADISI: 111). Pidieron para el rescate “de las dos muchachas y de la madre treinta dinares de oro" (AL-BADISI: 112). En otros casos, la suma del rescate alcanzó “cuatrocientos dinares" (AL-BADISI: 97) y más, según la importancia y el rango social de la persona que cayó entre sus garras. Abundan los detalles sobre este o aquel viajero “que ha sido cautivado por el enemigo a proximidades de Badis, durante su viaje hacia Ceuta" (AL-BADISI: 95).  

Estamos ante el reverso de la piratería y de la actividad corsaria emprendida por los cristianos en aguas musulmanas que, por tradición, no se le considera como tal en la historiografía europea. Muy duro ha sido el golpe recibido durante aquellas fechas por la vida urbana, la artesanía y la actividad mercantil en toda la costa rifeña. Tampoco se le había prestado la debida atención al derecho marítimo que regulaba el tráfico en el Mediterráneo occidental, según las leyes del derecho malikí en vigor durante cinco siglos. Se trata de otro asunto de magna importancia que ha sido igualmente silenciado, como lo habíamos detalladamente analizado en otro trabajo de investigación (TAHIRI, 2009: 209-218). 

Los dictámenes jurídicos que hemos consultado en su estado manuscrito nos aportan datos de sumo interés sobre las grandes transformaciones que revolucionaron el equilibro de fuerzas en el Mediterráneo occidental durante los siglos XI-XIII. Los barcos mercantes “caían en manos del enemigo con toda su tripulación y contenido: comerciantes y mercancías" (IBN AL-HAY: 280). Un mercader nativo de la ciudad rifeña de Badis nos informa sobre “el tremendo susto que les dio un galeón de guerra que puso rumbo hacia ellos cuando estaban a punto de llegar a Badis" (AL-BADISI: 74). Se llamaba Mohamed hijo de Idris y estaba de vuelta de un viaje de negocios en su barco capitaneado por el Raïs Yusuf al-Yidi.  

Desde su incorporación en la entidad político institucional denominada según los términos jurídicos de la época como Dar al-islam o sea tierra de Paz en el año 699, el Rif gozaba de plena seguridad. Situación que se revolcó a partir de mediados del siglo XII convirtiendo sus costas en “un lugar donde reina el miedo por el enemigo que viene del mar y mata a los musulmanes" (AL-BADISI: 51), según la expresión de un testigo ocular. A los cristianos que atacaban la costa, se les calificaba entonces como: “cristianos del mar" (AL-BADISI: 60), sin distinguir su procedencia. Se les llamaba también como “enemigo que viene del mar" (AL-BADISI: 51) o “el enemigo que nos atosigaba por mar" (AL-BADISI: 111) por los actos que cometían. Recordemos que a los rifeños también se les calificaba por la Santa Sede y por el reino de Portugal como “enemigos de la fe" (DIAS DINIS: 83, 86), por ser musulmanes.

Disponemos de algunos indicios sobre las actividades dirigidas por “el prior y los comendadores portugueses de la Orden del Hospital" (DIAS DINIS: 199) contra los considerados como enemigos de la fe católica en “Ultramar" (DIAS DINIS: 135-236).  Lo que ha sido confirmado de manera implícita en la misiva enviada el día 1 de julio de 1330 por el papa Juan XXIII al rey D. Alfonso IV de Portugal demostrando que “la verdad es que siempre el dicho Maestro y frailes fueron exentos de pagar por exponerse, en las partes de ultramar, contra los enemigos de la fe" (DIAS DINIS: 199).

Tampoco nos faltan indicios sobre otras “Ordenes Militares" (DIAS DINIS: 247) portuguesas que se sumaron a las operaciones en Ultramar. Nos referimos a la Orden de Cristo y también a la prestigiosa Orden de Avis (DIAS DINIS: 257). Parece ser que todo el país se había involucrado en aquel empeño según deducimos del contenido de la carta enviada por el rey D. Denis el día 12 de abril de 1280 “al municipio de Atouguia da Baleia, para ordenar que 30 hombres que remaban por esa aldea pagaran un servicio anual al rey, por mar, en su flota, durante seis semanas, con sus armas y víveres" (DIAS DINIS: 87).  

El reino de Portugal ha ido confirmando progresivamente su condición de potencia naval capaz de asumir la responsabilidad de controlar las vías de navegación en el extremo occidente del Mediterráneo. Por ello, se le había concedido al rey D. Denis, el 23 de mayo de 1320 “el diezmo sexenal de los ingresos eclesiásticos del reino impuesto por el concilio de Viena" (DIAS DINIS: 133) correspondientes a un periodo de tres años “para que pueda preparar galeras contra los enemigos de la fe que pasan por sus mares" (DIAS DINIS: 133).     

La acción portuguesa en las costas rifeñas y la declarada “guerra contra los moros" (DIAS DINIS: 239) no tardó en suscitar una viva reacción por parte de los rifeños que sufrieron los ataques de los “galeones" (DIAS DINIS: 135) portugueses. Organizaron sus fuerzas y “súbitamente invadieron con un elevado número de galeras las tierras portuguesas y tomaron una localidad en Algarve, donde robaron las iglesias, mataron y cautivaron a los habitantes y amenazaron con volver" (DIAS DINIS: 239) si no se detengan las hostilidades, según nos informa un documento papal con fecha de 27 de febrero de 1355.

No nos faltan evidencias acerca de destacados místicos rifeños que se organizaban en grupos de combatientes y se desplazaban en barcos para combatir los cristianos en las costas ibéricas (Al-BADISI: 134). Es normal en estas condiciones que el papado ordenase, mediante una bula expedida por Gregorio XI el día 12 de octubre de 1377, “la concesión al Rey de Portugal de la mitad del diezmo de los ingresos eclesiásticos del país para cubrir los gastos de guerra contra los moros" (DIAS DINIS: 257), reconociendo de esta manera su constante esfuerzo.

 

V. La llaves del Mediterráneo en manos portuguesas: 1415-1564

Fue en la Península Ibérica y en el sur de Italia donde se sembraron las semillas de una esplendorosa civilización que alcanzó la cima de su evolución, primero en Nakur de los Banu Salih y luego en la Córdoba califal y en la Sevilla abadí, durante los siglos IX-XI. Había que esperar hasta mediados del siglo XIII para que rebroten, a través de los círculos de estudio que se formaron en los recién nacidos reinos cristianos de Sicilia, Portugal, Castilla y Aragón.

La conexión de Europa occidental con la herencia científica y técnica heredada del medievo musulmán ha sido fructífera gracias a la magna labor de transmisión del saber realizada por maestros inigualados de conducta moral y dedicación. Nos referimos a toda una generación de científicos musulmanes que, para salvar la humanidad de la ignorancia y sacar a Europa de las tinieblas de la edad media occidental, pusieron sus talentos al servicio de los pocos reinos cristianos que han demostrado su afición a la filosofía y a la sabiduría. Recordemos por ejemplo la entrega del erudito geógrafo magrebí Al-Idrisi poniendo en bandeja las llaves de la cartografía, astrología y ciencias de la navegación a sus discípulos en Lisboa y Palermo, poniéndose finalmente al servicio del sabio rey normando Rogerio II (TAHIRI, 2011: 46-48).  

Se destaca también la sorprendente dedicación del ilustre científico murciano Mohamed hijo de Ahmed hijo de Abi Bakr al-Qarmuti quien se ofreció “enseñando a sus discípulos en sus idiomas todas las asignaturas que desean conocer" (AL-MAQQARI, 1968: 130, IV). Él también se puso al servicio de otro rey sabio, a sabiendas que tenía una gran sed de saber y mucho respeto a la cultura. Nos referimos a Alfonso X quien “fundó para él una Escuela en Murcia donde instruía a los musulmanes, cristianos y judíos" (AL-MAQQARI, 1968: 130, IV). Se trata de la más antigua institución de Altos Estudios que conocemos en aquel reino de Castilla (TAHIRI, 2014: 28-29).  

En las ciudades italianas como en la Península ibérica, se multiplicaron los círculos de traductores que no tardaron en ponerse a trabajar a toda máquina vertiendo al latín y a otros idiomas la magnifica herencia científica, literaria y artística recogida de los fondos manuscritos de la Dar al-islam cuyos reinos se vieron entonces sin perspectivas y en plena descomposición. ¿Quién no recuerda el célebre traductor italiano Gerardo de Cremona con sus cerca de setenta obras traducidas del árabe al griego y al latín?

Se trata de un gigantesco puente tendido entre la agonizante Dar al islam y la renaciente Europa occidental que una vez cruzado lo derrumbaron y borraron, una a una, todas sus huellas. Debido al contexto cultural de la época, no se consentía admitirla como fase intermedia y colocarla en el curso natural de la historia de las ciencias y de la civilización. A los musulmanes se le consideraba entonces como “infieles" (DIAS DINIS: 41) y “barbaros enemigos de la religión cristiana" (DE PISANO: 6). Por ello, se procedió por razones ideológicas relacionados con la Guerra Santa a borrar sus huellas y a enlazar la modernidad europea, directamente, con la antigüedad greco romana. Ha sido, según consideramos, un incoherente salto al vacío que sigue hasta hoy en día obstruyendo la concepción de la Historia Universal.   

No ha sido casual que fueron los herederos de Dar al-islam quienes tomaron las riendas de la modernidad, llevando a cabo la magna labor civilizadora de la humanidad, lo que habitualmente se denomina renacimiento y descubrimientos geográficos. Es obvio reconocer que ha sido Portugal quien logró, en medio de una tremenda rivalidad con Castilla y Génova, tomar la iniciativa de dar el primer paso hacia la mundialización. Paso premeditado minuciosamente elaborado e ingeniosamente llevado a cabo, según los detalles apuntados por el autor de la “Crónica da Tomada de Ceuta" (DE ZURARA, 1915) y también por el autor del “Livro da guerra de Ceuta" (DE PISANO, 1915) entre otros.

Con la conquista de Ceuta en agosto de 1415, se inaugura una nueva era en la historia de la humanidad. Se trababa, según las propias palabras del rey Don João I., de controlar “la más floreciente ciudad de Mauritania" (DE PISANO: 7) y la “más extensa y populosa" de toda la costa rifeña. Es cierto que “muchas son las razones que deberían moveros a conquistar Ceuta" (DE PISANO: 7), según las palabras dirigidas por los infantes: D. Duarte, D. Pedro e D. Henrique, a su padre el rey. Sin embargo, sería interesante concentrarnos sobre dos objetivos que nos parecen fundamentales en promover aquella acción. El primero consistía en permitir a los “portugueses que se convirtiesen en los señores de la llave del Mediterráneo y al mismo tiempo de África septentrional" (DE ZURARA, 1841: X).   

Lo que requería poner en marcha una amplia operación de destrucción de todas las ciudades portuarias de la costa rifeña con la finalidad de asfixiar el Rif, cegar sus vías de comunicación intercontinental y prohibir a sus mercaderes el acceso a los mares. El primer paso en este sentido sería poner bajo control de la armada portuguesa a Ceuta por ser la más importante ciudad mercantil de Marruecos adonde “afluyen navíos de diversas naciones" (DE PISANO: 13). El segundo objetivo sería reestructurar las vías de comercio intercontinental en el mediterráneo occidental poniendo todos sus accesos en manos portuguesas. Para ello, sería imprescindible conservar la ciudad de Ceuta y transformar su estructura urbanística de manera que se convirtiera en punta de lanza en África.

Las crónicas de la época nos aportan minuciosos detalles sobre “como el rey convocó un consejo acerca de la conservación de esta ciudad" (DE ZURARA, 1915: 257) y como después de “la gran discusión que había sobre este asunto" (DE ZURARA, 1915: 257) tomaron la decisión de ponerla bajo control de la corona. Fue en aquel momento cuando se emprendió el andar por el largo camino que culminó con la formación del gran Imperio portugués. El propio rey D. João I. nos desveló los iniciales de aquella estratégica ambición, dando las gracias a Dios por la victoria y afirmando que “con su poder y la flota consiguiéramos algunos otros lugares de esta conquista" (DE ZURARA, 1915: 257). Harto es sabido cómo se encadenaron los acontecimientos convirtiendo Ceuta en clave maestra de toda la red de plazas conquistadas por Portugal a lo largo de la costa atlántica de Marruecos. 

Salvo los clásicos relatos relacionados con la conquista de Ceuta y pocas otras cosas más, las crónicas de Marruecos permanecieron mudas en lo que se refiere a la costa rifeña. Se trata del período histórico que se extiende desde 1415 hasta la destrucción total y definitiva de la ciudad de Badis (Vélez de la Gomera) en 1564. Un siglo y medio de historia marcados por una implacable presión naval portuguesa que acabó despoblando y arruinando todas las ciudades y estructuras portuarias de la costa rifeña. Episodios de enorme impacto internacional que pasaron desapercibidos, incluso por la historiografía marroquí (BRIGNON, 1967; LAROUI, 2001; KABLI, 2011).   

No es de extrañarnos que se cumpliera de esta manera la voluntad expresada por la Santa Sede de “combatir los infieles" (DIAS DINIS: 32). Lo que se convirtió en objetivo central de la corona portuguesa. “Guerrear a los barbaros enemigos de la religión cristiana ha sido y continúa siendo mi propósito" (DE PISANO: 6) según las propias palabras del rey Don João I. La crónica de Don Pedro de Menezes narra detalladamente los acontecimientos que terminaron con la conquista y la destrucción de la ciudad de Tetuán (DE ZURARA, 1792: 599-623), veintidós años después de la toma de Ceuta. Evento que captó la atención del célebre autor nativo de la cercana cabila de Beni Ziyat, apodado León el Africano.

Nos indica en su magnífica obra “que los portugueses habían atacado Tetuán y la habían destruido, permaneciendo en ruinas durante aproximadamente ochenta años hasta que un comandante andalusí se empeñó en reconstruirla" (AL-WAZZAN: 318, I). No sabemos porque un capitán y explorador español atribuyó este hecho al Rey don Henrique III de Castilla, suponiendo que “los castellanos destruyeron en África la ciudad de Tetuán con las galeras de su armada" (GONZÁLEZ DÁVILA: 148). Sus propósitos han sido reproducidos literalmente por el autor de la Descripción General de África (MARMOL CARVAJAL: 222-223) y más tarde por un misionero apostólico. Todos ellos afirmaron que “Tetuán la destruye la escuadra de Castilla" (CASTELLANOS: 33). Nos sorprende la postura de las clásicas crónicas de Tetuán (DAOUD, 1959: 82-83, I; AL-RHUNI, 1998: 153, I; AL-NACIRI: 89-90, 124 IV) que copiaron a la letra estos dudosos relatos, sin hacer referencia ninguna a los mencionados escritos portugueses.

Ninguna de las ciudades y localidades circundantes estaba a salvo de los ataques portugueses. La noble y lujosa ciudad palatina de Belyunes denominada por las crónicas portuguesas como “Bulbões" (DE ZURARA, 1762: 282, 429) fue arrasada. Destacaba en toda la costa rifeña por sus magníficas almunias, casas palacios y arboleados palacetes (AL-ANSARI: 52; AL-MAQQARI, 1968: 210-211, 506). Asaltaron también el “Campo de Benamaden" (DE ZURARA, 1762: 610) y la localidad de “Benagara" (DE ZURARA, 1762: 607) entre otras aldeas y poblaciones. Nadie estaba fuera de peligro “porque cuando los infieles conquistaron Ceuta se pusieron en acción contra la gente de aquellas alquerías del reino wattasí" (IBN AL-TAYYEB: 33, I), según la expresión de un cronista de la época.

No había más remedio para la población indefensa que retirarse hacia los picos más abruptos de las serranía circundante donde un devoto nieto del profeta llamado Al-Hasan hijo de Jama'a “construyó la ciudad de Chefchaouen… hacia el año 876 de la hégira (1476)" (IBN AL-TAYYEB: 33, I). La reacción portuguesa ha sido inmediata. Para abortar aquel intento de reconstrucción y fortificación urbana mandaron sus agentes para asesinarlo. “Lo sorprendieron rezando en una mezquita de allí, le prendieron fuego y muere quemado, que Dios se apiade de su alma" (IBN AL-TAYYEB: 220, I), según relata un cronista de la época.

Otras crónicas nos informan también sobre la devastadora campaña naval enviada por el rey D. Alfonso V contra la ciudad de Targa en el mes de agosto del 1481. Participaron en la ofensiva cincuenta navíos de guerra con una armada de 5000 combatientes. Incendiaron y destruyeron la ciudad quedándose la flota que estaba amarrada en su puerto y en el cercano puerto de Tiguisas totalmente aniquilada. Ha sido un gran golpe contra la navegación y la vida urbana en Rif Gumara cuya población y estructuras han ido degradándose drásticamente “desde que los portugueses pisaron" (AL-WAZZAN: 325, I) su tierra. Pocos años más tarde se aniquiló por completo con “la Tomada de Targa e Çamjce en el año mil cuatrocientos noventa" (DE ZURARA, 1792: 103).

Para endurecer el bloqueo naval, Portugal se apresuró saboteando las demás ciudades portuarias de la costa rifeña. Los ataques contra la ciudad de Al-Mazmma se multiplicaron hasta que se consiguió reducirla en “ruinas, solo permanecieron de pie sus murallas. Su última y definitiva destrucción data del año 872 de la hégira (1467)" (AL-WAZZAN: 329, I). La acción culminó con el cierre total de la costa rifeña después de la colosal ofensiva naval perpetrada contra Badis (Vélez de la Gomera). La ciudad ha sido asediada, bombardeada, saqueada, incendiada y completamente arrasada en el mes de septiembre de 1564. Participaron en la ofensiva galeones y carabelas de guerra “de la flota de Portugal" (MARMOL CARVAJAL: 237) con “los navíos de guerra de Italia" (MARMOL CARVAJAL: 237), “los navíos de España" (MARMOL CARVAJAL: 237), de Malta, de Savoie y de otras entidades y potencias.   

Se había puesto en acción una fuerza desproporcional constituida por noventa y tres galeones, galeras y carabelas además de sesenta buques menores. Las fuentes consultadas nos informan sobre la imponente maquinaria de guerra que se había puesto bajo el mando del Marques García Álvarez de Toledo. El Rey de “Portugal don Sebastián envió… mil quinientos combatientes acompañados de trescientos caballeros que vinieron para participar en la campaña" (MARMOL CARVAJAL: 238) con las demás fuerzas europeas. Nos referimos a los “seis mil combatientes de Castilla, Extremadura, Andalucía" (MARMOL CARVAJAL: 237) “y tres mil combatientes alemanes" (MARMOL CARVAJAL: 237) entre otros contingentes y ordenes religiosas. Nos encontramos ante la más desastrosa campaña naval que había acabado de manera drástica con la vida urbana del Rif, reduciendo sus florecientes ciudades en escombros. 

Fue precisamente en aquel entonces cuando la costa rifeña quedó totalmente cerrada a la navegación. Las grandes vías de comunicación y del comercio intercontinental que unían África subsahariana con Europa a través de la costa rifeña quedaron bloqueadas y para siempre. Todo ello se enmarcaba dentro de una amplia estrategia planeada por Portugal para tomar el control del comercio intercontinental estableciendo sus magníficas vías de navegación por el mundo, empezando por implantar una red de plazas fuertes a lo largo de la costa atlántica de Marruecos.

El primer paso dado en este sentido data de mediados del siglo XIV, según informes atribuidos a mercaderes florentinos establecidos en Sevilla sobre la “expedición a las Islas Canarias que salió de Lisboa el 1 de Julio de 1341" (DIAS DINIS: 201). Con la posterior conquista portuguesa de Guinea, las raíces africanas de Marruecos quedaron totalmente arrancadas y el país apartado definitivamente del comercio intercontinental. Las crónicas de Marruecos nos aportan detalles sobre el último intento de recuperación liderado por el sultán Ahmed Almanzor al-Saadí, en el año 1590 (AL-WAFRANI: 88-98). Tenía planeado aprovechar la derrota portuguesa en la batalla de los tres reyes y pasó a la acción organizando una gigantesca campaña militar para conquistar África subsahariana. Todo indica que aquel colosal esfuerzo quedó fuera de contexto.   

CONCLUSION

Por razones ideológicas relacionadas con la denominada como Guerra Santa, nos encontramos ante un capítulo omitido de la historia de Portugal y de Marruecos. Sin sacarlo del olvido, no podemos entender con la debida precisión histórica porque los portugueses pasaron a la acción en las costas mediterránea y atlántica del país africano, justo después de constituirse como estado. Sin ello, tampoco podríamos entender cómo y porque ha sido Portugal quien tomó las riendas de la navegación por los océanos consiguiendo llevar a cabo impresionantes descubrimientos. Suponemos que los elementos que ponemos al alcance de los historiadores, mediante el presente trabajo, podrían servir de punto de partida para iniciar una labor más exhaustiva.



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AHMED TAHIRI

Profesor Catedrático (P.E.S) en las Universidades Hassan II de Mohammedia y Abdel Malik Essaadi de Tetuán. Presidente de la Fundación al-Idrisi Hispano Marroquí para la Investigación Histórica, Arqueológica y Arquitectónica. Profesor invitado en Universidades árabes y europeas. Miembro asociado al LCJMMO del Instituto Nacional de Lenguas y Civilizaciones Orientales en la Universidad de Paris (Francia) y de otras instituciones universitarias y de investigación científica en varios países. Miembro Fundador del Centro de Estudios Luso Árabes en Silves (Portugal). Autor, co-autor y editor de 89 libros publicados en árabe, español y portugués y de un centenar de artículos en varios países de África, Europa y Asia.

 


Citar este texto:

TAHIRI, Ahmed – La acción Portuguesa en la Costa Rifeña, desde el inicio de las hostilidades hasta mediados del siglo XVI. Revista Portuguesa de História Militar - Dossier: Da Fundação à Expansão, Séculos XII-XVI. [Em linha] Ano II, nº 2 (2022), https://doi.org/10.56092/QOSO6359, [Consultado em ...].
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