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SANCHO DÁVILA DAZA. MAESTRE DE CAMPO GENERAL EN LA CAMPAÑA DE PORTUGAL (1580)



Humberto Nuno de Oliveira

Manuel Casas Santero



Resumo

O Presente texto aborda a figura do extraordinario militar Sancho Dávila, sobretudo na importancia e impacto que teve na Campanha de Portugal de 1580, onde os seus préstimos muito contribuíram para a vitória militar de Filipe II, face a D. António, Prior do Crato e os seus partidarios.

Palavras-chave: Sancho Dávila, Campanha de Portugal 1580, D. António, Prior do Crato

 

Abstract

This text deals with the figure of the extraordinary soldier Sancho Dávila, especially the importance and impact he had on the Portuguese Campaign of 1580, where his services greatly contributed to the military victory of Philip II over D. António, Prior of Crato and his supporters.

Keywords: Sancho Dávila, Portuguese Campaign of 1580, D. António, Prior of Crato

 

 

 

INTRODUCCIÓN

Sancho Dávila fue un extraordinario guerrero español del siglo XVI. La verdad es que el siglo XVI está plagado de guerreros españoles extraordinarios, así que podemos llegar al absurdo de que lo ordinario en España en ese siglo era ser extraordinario…. Y siendo verdad, no deja de ser sorprendente.

Pero esta sentencia ilógica se refuerza cuando se compara a esos soldados con los de otras épocas o con los de otros ejércitos, porque sorprende la cantidad de héroes que componen el ejército español de entonces. Y son soldados de cualquier condición: alta nobleza, hidalgos, burgueses, simples campesinos… y también hay todo tipo de combatientes: infantes, artilleros, marinos, veedores, caballeros… Ahora se entiende el concepto de soldados extraordinarios.

Destacar cuando se forma parte de la nobleza, cuando eres duque de Alba o de Parma y, desde luego, cuando eres hijo del emperador es casi obligado y para ello, la Historia pone a estos individuos en un lugar destacado, en un trampolín para la fama que proporciona la sangre. Más difícil será hacerse famoso, convertirse en héroe, pasar a la posteridad cuando la persona no cuenta con ese elemento facilitador.

Este es el caso que presento en la Revista Portuguesa de Historia Militar, en la que he sido amablemente invitado a participar. Se trata de don Sancho Dávila, que asume siempre responsabilidades militares en cualquier circunstancia, muchas veces por encima de lo que se pudiera esperar de su condición y tomando decisiones valientes con escrupulosa lealtad al rey y a sus mandos.

Evidentemente, para esta publicación, lo que más nos interesa de nuestro personaje es su actuación en la campaña de integración de la corona de Portugal con la de Castilla[1], pero quedaría corto este relato si no se explica, siquiera sea someramente, la trayectoria militar de don Sancho antes de la susodicha campaña de Portugal.[2]

 

Sancho Dávila antes de la campaña de Portugal[3]

Nace el 21 de septiembre de 1523 en Ávila, en una familia de la baja nobleza local. Su familia le envía a Roma para que siga la carrera eclesiástica, pero él se da cuenta de que no es ese su futuro. Sienta plaza como soldado en el tercio de Lombardía al principio de su edad adulta y pronto se encuentra en los ejércitos imperiales en las campañas contra la liga de Smalkalda, bajo las órdenes del capitán general de los ejércitos de Carlos V, don Fernando Álvarez de Toledo, III duque de Alba. Será el inicio de una larga e intensa relación entre estos dos personajes. Dentro de estas campañas, Dávila se destaca especialmente en la batalla de Mülberg en la primavera de 1547, cuando es necesario cruzar el río Elba para apoderarse de unas barcazas en poder del ejército enemigo al mando del elector de Sajonia. Éstas servirían al ejército imperial para cruzar el río y atacar al enemigo antes de que le llegaran los esperados refuerzos. Sancho Dávila, junto con otros diez compañeros cruza el río bajo nutrido fuego de arcabucería, entre todos se apoderan de las barcazas y vuelven a la otra orilla con la misión cumplida. El duque de Alba se fijará en el solado Dávila y le tendrá en cuenta en muchas ocasiones posteriores.

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                                                                       Imagem 1 -  Don Sancho Dávila Daza (30/09/2024 internet, dominio público)

 

En 1550 participa en la expedición a Mahdía, plaza del norte de África en el actual Túnez, para luchar contra la piratería berberisca. La campaña es un éxito y el prestigio de Sancho sigue aumentando.

En 1554 ya es un personaje importante, tanto que forma parte del séquito del futuro rey Felipe que va a contraer nupcias con su tía María Tudor, reina de Inglaterra.

Siguen las guerras. Ahora es Italia el teatro de operaciones en 1557. La antigua lucha por el dominio de esta península no acaba, ni mucho menos, entre las dos potencias del Mediterráneo occidental, Francia y España. El papa Paulo IV, de origen napolitano, no ve con buenos ojos el dominio que tiene España sobre Italia[4] y pide el apoyo francés. Nuevamente el duque de Alba, que es virrey de Nápoles, organiza un ejército que incluye al ya alférez Sancho Dávila. La derrota del enemigo es total y el ejército del duque entra triunfador en Roma obligando al papa a cambiar su actitud antiespañola.

La expedición a la isla de Dyerba (Los Gelves para los castellanos) de 1560 es un auténtico desastre. El jefe de la expedición, Álvaro de Sande, cae prisionero de los turcos junto con Sancho Dávila. El prestigio de ambos, hace que la corona española pague el rescate rápidamente y consiga recuperarlos. Inmediatamente, el Consejo de Guerra ordena a Sancho hacerse cargo de la inspección de los presidios del reino de Valencia. Allí ordena construir una fortaleza en la sierra de Bernia, al norte de Alicante, para luchar contra las incursiones otomanas en esa costa.

Pero la gran actuación de Sancho Dávila, donde muestra su verdadera valía militar, es en Flandes. Allí acude junto al capitán general, el duque de Alba (como siempre), siendo jefe de su escolta e inaugurando en 1567 el Camino Español. Felipe II encarga al duque que reprima la insurrección de los Países Bajos, auspiciada por la nueva corriente protestante. Esos estados son la herencia de la Casa de Borgoña que le correspondió al emperador Carlos V por su padre, Felipe el Hermoso, y que transmite a su hijo Felipe. Allí se encuentran los territorios más ricos de Europa, en la desembocadura de los grandes ríos: el Rin, el Mosa, el Escalda…

La estrategia militar de Álvarez de Toledo[5] consistía en la instalación de una red de fortalezas en los grandes núcleos urbanos para hacer sentir su acción de mando, generalmente dentro de las ciudades. La más importante de éstas fue la de Amberes, en la desembocadura del Escalda, ya que era la plaza más populosa y con más tráfico comercial del mundo. Además, su centralidad dentro de los Países Bajos hacía de esta ciudad una pieza clave en el control militar y económico de esos estados. Y ¿a quién podría encargar la castellanía de su ciudadela?, sin duda, a su hombre de confianza, don Sancho Dávila Daza. Aquí empiezan las grandes hazañas del héroe, que irán aumentando a lo largo de toda su vida.

No es el motivo de estas líneas extenderme sobre los hechos relevantes de Dávila en Flandes, pero conviene explicar su actuación especialmente trascendente en 1576 a la muerte de don Luis de Requeséns, gobernador militar de esos estados tras la partida del duque de Alba. Se produce entonces un vacío de poder en el que las unidades militares españolas son perseguidas por el Consejo de Estado de Bruselas, que las considera como fuerzas de ocupación. El único destino seguro de esas unidades es la ciudadela de Amberes; allí acuden todos, desde el individuo aislado hasta compañías completas. La ciudadela es cercada desde el interior de la ciudad y se produce una salida de la fuerza española como reacción a la amenaza. El ataque es devastador y acaba convirtiéndose en un saqueo indiscriminado, lo que ha pasado a denominarse desde entonces “la Furia Española, De Spaansche Furie". Independientemente de los horrores de la guerra, lo que quiero destacar aquí es la capacidad de liderazgo de Sancho Dávila en una situación crítica de indefinición de poder, actuando siempre con lealtad a su rey, pero en el límite legal contra el poder constituido.

Con la llegada del nuevo gobernador, don Juan de Austria, hermanastro del rey, los tercios españoles son retirados del teatro de operaciones y vuelven a Italia. Sancho Dávila irá con ello y no volverá más a Flandes.

 

Campaña de Portugal

En el panorama político europeo se planteaba una cuestión de especial transcendencia, la sucesión al trono de Portugal. Se originaba el problema por la desaparición del rey don Sebastián [6] en la batalla de Alcazarquivir. En esa infausta batalla contra el monarca saadí de Marruecos, Abd al-Malik, se perdió no solo el rey, sino gran parte de la nobleza lusa. Ante ese panorama, la línea sucesoria recaía sobre el cardenal-infante don Enrique, tío de don Sebastián, que fue proclamado rey en Lisboa el 28 de mayo de 1578. Don Enrique era una persona mayor, con pocas expectativas de que su reinado durara mucho tiempo y, sobre todo, sin descendencia ni posibilidad de que la tuviera. Éste era el motivo de la expectación general sobre el desenlace final de la situación.

Se planteaba la disputa principalmente entre tres primos hermanos, todos nietos del gran rey portugués don Manuel el Afortunado. Se trataba de Felipe II de España[7], hijo de la emperatriz Isabel (nacida en 1503); don Antonio, prior de Crato[8] e hijo natural del infante don Luis (nacido en 1506), y finalmente doña Catalina de Braganza, hija de del infante don Eduardo (nacido en 1515). Otras candidaturas como la de Rinucio Farnese y la de Catalina de Médicis no eran muy sólidas.

Fig. 2.jpg

                               Fig. 2 - Felipe II de España, Don Antonio, prior de Crato, e Catalina de Braganza. Internet (30/09/2024 dominio público)

 

La sucesión del reino en esta circunstancia no parecía que se pudiera resolver simplemente aplicando los derechos sucesorios. Felipe II se consideraba con más derechos que ningún otro aspirante[9], pero se presentaban dos problemas para su proclamación como rey: el primero es que era el único que no era portugués, lo cual provocaba recelo en el pueblo llano y la baja nobleza. Mucho más recelo presentaba el segundo problema, el que supondría la unión de las dos coronas sobre la misma persona, con sus inmensas posesiones cada una de ellas. Esto no lo podían consentir las otras potencias europeas: Francia, Inglaterra, e incluso el papado, apoyaban cualquier opción que no fuera la española.

Felipe, convencido de sus derechos y antes de ejercer ningún tipo de amenaza (aunque ésta quedaba implícita por el propio poderío de su monarquía), empieza a desplegar sus capacidades. En esto tiene gran importancia la actuación de Cristóbal de Moura, natural de Portugal, hábil diplomático enviado por Felipe a la corte lusa para imponer su derecho al trono. El rey Enrique prefería a la duquesa de Braganza, aunque antes de morir nombró una junta de cinco gobernadores para que rigiera el reino si los jueces no llegaban a un acuerdo sobre la sucesión al trono. Con respecto a don Antonio, Enrique emitió una declaración formal de ilegitimidad contra él y lo desterró de su corte[10]

Ante la incertidumbre en la que estaba sumido el reino, se puede decir que, en general, la mayoría de la alta nobleza portuguesa, o lo que quedaba de ella después de Alcazarquivir, prefería a Felipe, seguramente porque esperaba de él grandes mercedes y para evitar también la temible amenaza que se cernía sobre Portugal. La duquesa de Braganza renunció a sus aspiraciones posiblemente por estos motivos. Sin embargo, el pueblo llano, muy receloso de la unión con España, aclamaba al prior de Crato como su salvador, y éste buscaba apoyos en algunos nobles y en el bajo clero.

El rey Enrique muere el 31 de enero de 1580, pero la junta de gobernadores que había previsto no se decide a designar al nuevo monarca, presionada por un lado por el clamor del pueblo llano a favor de don Antonio y por otro por la amenaza latente del rey español. Así las cosas, don Felipe ordena poner en marcha la máquina guerrera para invadir el reino y hacer valer sus derechos sobre el trono portugués.

Como primera medida, el propio Felipe se desplaza con su familia a Guadalupe el 6 de marzo de 1580, para dar la firme impresión de actuar como si fuera ya el soberano del reino. Tras los últimos intentos de eliminar por vías diplomáticas (incluso por sobornos) la oposición última del prior de Crato y otros elementos, pasa revista a sus fuerzas en Cantillana, donde se había reunido el ejército a las órdenes (¡cómo no!) del duque de Alba[11], querido, temido, admirado y odiado por su rey, todo a la vez[12].

Antes de ver cómo se desarrollan los acontecimientos, volveremos sobre nuestro hombre, Sancho Dávila. Le habíamos dejado abandonando Flandes por el “Edicto Perpetuo" firmado por el nuevo gobernador, don Juan de Austria. Sancho llega con el ejército al norte de Italia para trasladarse al poco tiempo a España para hacerse cargo del nuevo destino que le asigna el rey: capitán general de las Costas del Reino de Granada en octubre de 1578. Era un puesto importante y acorde con su valía, porque le encomendaba hacer frente a la amenaza berberisca apoyada por el imperio otomano.

Un año después recibe una instrucción en la que se le ordena que organice tres compañías de caballos de entre los más selectos de sus tropas, separándolos de sus destinos, pero sin desvelar el motivo de esta medida. Ese motivo, que probablemente no conocía ni el propio Sancho, era sin duda el inminente comienzo de la campaña de Portugal.

La orden general de Felipe II consistió en una operación conjunta terrestre y marítima. La parte naval es encargada a don Álvaro de Bazán, I marqués de Santa Cruz, con la orden de concentrar la flota en Cádiz y la costa andaluza del Mediterráneo. La Armada, así constituida, deberá embarcar unidades de Caballería, así como soldados de los Tercios españoles e infantería italiana y alemana, que a ese efecto se habían desplazado desde Italia. La colaboración de Sancho Dávila, como capitán general del reino de Granada, es fundamental para el éxito de estas acciones. Una vez integradas las unidades navales y terrestres, la flota zarpa por el litoral en dirección hacia Lisboa. Esto no ocurre hasta el 22 de febrero de 1980. Previamente, se había hecho creer que la reunión de todo este contingente era para atacar la plaza de Larache, en la costa occidental marroquí, y asentarse en ella para luchar, como siempre, contra los ataques puntuales de fuerzas musulmanas del norte de África.

Una vez terminado el abastecimiento del componente naval, Sancho Dávila pide permiso al rey para incorporarse al ejército que se está concentrando en Llerena a las órdenes del duque de Alba, lo que realiza el 10 de marzo. Allí ha decidido don Fernando Álvarez de Toledo concentrar sus tropas previamente a la inminente invasión. Sancho, desde luego, se incorpora como maestre de campo general, según cédula real de 1 de mayo. Dávila y don Hernando de Toledo, hijo natural del duque, serán los principales brazos ejecutores de las órdenes del mando. Se concentran tropas de los virreinatos de Nápoles y Sicilia (4.000 infantes), alemanas (6.000 lansquenetes) y peninsulares (14.000 infantes para tres Tercios de nueva creación)[13].

Así se llega a la ya nombrada gran revista de la dehesa de Cantillana, cerca de la frontera portuguesa, presentada por el maestre de campo general don Sancho Dávila. Ya no caben más disimulos, don Antonio se ha hecho nombrar rey de Portugal, aclamado por el pueblo y con el apoyo del obispo de la Guardia y el conde de Vimioso. El alarde general deja clara la actitud ofensiva del rey de Castilla. A pesar de reunir solo unos 25.000 efectivos, mucho menos de lo esperado, la actitud del mando y de la tropa es de seguridad en la victoria.

Antes de iniciar el relato de la campaña propiamente dicha, hay que hacer dos consideraciones imprescindibles: La primera ya se ha indicado anteriormente y es la debilidad y descontrol en que se encuentra el reino portugués, sin liderazgo y sin recursos militares ni económicos tras el desastre de Alcazarquivir. La segunda es la minuciosa preparación de la ofensiva castellana en reivindicación de la herencia real, que incluye no solamente el despliegue del aparato militar, tanto en su versión terrestre como marítima, sino también la contundente actividad diplomática para atraer a las élites portuguesas y al papado, llegando de forma descarada y reiterada al soborno.

Con estas dos premisas[14], es fácil imaginar cuál será el desarrollo de los acontecimientos y el resultado de los mismos. Así se inician las operaciones y el 21 de junio de 1580 el ejército entra sin resistencia en Villaviciosa. Todo será de la misma manera hasta las proximidades de Lisboa. Sancho va en vanguardia siempre. Por su parte, el esfuerzo naval avanza igualmente de sur a norte por la costa sometiendo las distintas plazas. La superioridad es abrumadora. El equipo de gobernadores se encastilla en Setúbal, temerosos tanto de las fuerzas del duque como del pueblo que apoyaba a don Antonio. La ciudad cae sin resistencia y el 18 de julio confluyen en esta ciudad el ejército y la armada. Ante el desarrollo de los acontecimientos, el prior de Crato (que se había proclamado rey, como ya se ha dicho, el 19 de junio en Santarem) decide trasladarse a Lisboa para preparar la defensa de la ciudad.

Conquistado Setúbal, la flota se dirige a Cascaes. Se trata de una difícil operación de traslado de tropas embarcadas al otro lado del estuario del Tajo, de complicada ejecución tanto desde el punto de vista táctico como del logístico. La finalidad del desembarco en Cascaes es sorprender a la capital con un ataque de flanco. El momento crítico de la operación era, desde luego, el desembarco, ya que con poca fuerza enemiga se hubiera podido desbaratar la maniobra. No fue así, debido, principalmente, a la audacia y pericia marinera de don Álvaro de Bazán, por un lado, y a la meticulosidad de la preparación y rapidez en la ejecución de la fuerza desembarcada, liderada por su maestre de campo general, don Sancho Dávila. La plaza de Cascaes estaba defendida por Diego Meneses que, tras el desembarco, cae también el 31 de julio. Su defensor es decapitado en represalia por haber disparado sobre el heraldo que le intimaba a la rendición.

La invasión ya llegaba a los arrabales de Lisboa. Felipe, intentando evitar el derramamiento de sangre[15], encarga a Alba entablar conversaciones de paz con don Antonio. La arrogancia de ambos, poco proclives a la paz, hizo proclamar al prior «los reyes son reyes, los simples capitanes son capitanes y la victoria Dios la da». Seguramente era lo que esperaba oír el duque, ya que pensaba que Dios en su infalibilidad ya había decidido la entrega de laureles. De esta manera se autojustificaba el duque.

Una epidemia de peste se había declarado con anterioridad en Lisboa, así que el mando español decide no atacar la capital directamente, sino realizar un movimiento de flanqueo. Mientras Santa Cruz se enseñoreaba de toda la fuerza naval enemiga fondeada en la desembocadura del Tajo, el componente terrestre si dirigía hacia la zona del puente de Alcántara, al norte de la ciudad. El ejército del prior, con muy pocos medios, se aprestaba a defender el último bastión protector de Lisboa.

El duque de Alba, enfermo y sentado en una silla, dirige la batalla como si fuera un juego de ajedrez. La artillería de Francés de Álava bate el puente y las fortificaciones enemigas adyacentes desde primera hora del 25 de agosto de 1580. Inmediatamente, se produce un ataque frontal de los italianos de Próspero Colonna, que toman el puente, punto clave de la batalla, pero los portugueses consiguen recuperarlo enseguida. Mientras tanto, Sancho Dávila se mueve de flanco para sorprender al enemigo. Este no puede contener un contraataque italiano que, apoyado ahora por los lansquenetes alemanes de Lodron, le hace retroceder. Para entonces, los arcabuceros de Dávila, con los Tercios de Niño y Rodrigo Zapata, ya han tomado posiciones y destrozan a las unidades que han iniciado el retroceso, produciendo gran descontrol. Solo queda la actuación de la Caballería de don Hernando que, con un arco de envolvimiento más amplio, pasa a degüello al ejército del prior en franca retirada. Los restos del desdichado ejército se refugian en Lisboa a donde consigue llegar don Antonio con una herida de espada en la cabeza.

Alba escribe inmediatamente al rey con entusiasmo para informarle de que Portugal es suyo e invitándole a trasladarse a Lisboa cuando lo considere. En dos meses le ha conquistado el reino (21 de junio al 25 de agosto de 1580). No le da el duque mucha importancia al hecho de que el prior de Crato haya conseguido escapar y se dirija al norte del país. Pero no es de la misma opinión el rey, que establece un paralelismo entre esta situación y la que se produjo en Flandes cuando Guillermo de Orange salió de los Países Bajos tras la entrada en Bruselas del duque de Alba[16].

Fig. 3.png

                                                                                                                         Fig. 3 -  Croquis del autor

 

Don Antonio[17] se fortifica en Coímbra después de saquear Aveiro por haber sido leal a Felipe. El encargado de perseguirle no puede ser otro que Sancho Dávila, que parte de Lisboa con 4.000 infantes y 400 caballos. Ante esta situación, el de Crato no encuentra cobijo en ningún sitio e intenta reclutar gente de forma desesperada. Sancho entra en Coímbra sin resistencia, lo mismo que en todos los pueblos de la comarca entre Duero y Miño. Finalmente, el prior se establece en Oporto y consigue reunir un contingente de unos nueve mil hombres en el mismo Oporto, Guimarães, Viana y otras localidades. Pero la realidad era que los hombres reclutados eran campesinos o artesanos, con escasa o nula experiencia militar. Don Antonio también intenta requisar todas las barcas de los alrededores para impedir que Dávila pudiera cruzar el Duero, pero no lo consiguió porque los españoles consiguieron cruzarlo construyendo un puente de barcas mientras distraían al enemigo amagando un ataque en otro punto. Finalmente, Sancho Dávila atacó por la puerta del Olivar el 22 de octubre, rindiéndose la ciudad sin mayor resistencia.

El prior de Crato consigue huir de nuevo y se refugió en Francia, donde seguiría tratando alianzas para reconquistar lo que él consideraba su reino. Pero esto ya no es de nuestra historia, Sancho Dávila ya no estaba allí.

 

Últimas vicisitudes y muerte de Sancho Dávila

Terminada la campaña de Portugal, al menos en su vertiente continental, Sancho Dávila vuelve a sus quehaceres como capitán general de la Costa de Granada[18]. En 1582 le encontramos en el Puerto de Santa María con el duque de Medina Sidonia. Tiene casi 60 años y solo ha vuelto a Ávila una vez[19] desde que salió de ella hacia Roma, en el comienzo de su adolescencia. Pero no por ello ha perdido la añoranza de su patria chica. Quizá sea este uno de los pocos períodos de relativa tranquilidad en su vida y se atreve a pedir al rey licencia para poder volver por un tiempo a su casa, unos pocos meses, para poner en orden sus asuntos particulares.

El rey le contesta lo siguiente[20]:

«Y en lo de la licencia que me suplicáis que os mande dar para ir a vuestra casa […] y estar en ella tres o cuatro meses […] os entretengáis ahí con el duque de Medina Sidonia, sin ir a la costa ni a vuestra casa, porque brevemente os ordenaré lo que más hubiéredes de hacer. De Lisboa a 18 de marzo de 1582. YO EL REY».

Era duro el servicio a su majestad, muy duro. Sobre todo, si el que servía era imprescindible. Tantos años sin ver su tierra natal… y no la volverá a ver.

Finalmente, en febrero del siguiente año, el rey le nombra de nuevo maestre de campo general de su ejército en el reino de Portugal, a donde acude inmediatamente con la disciplina que le caracterizaba, disciplina llena de noble crítica, que es la mejor, tan diferente de la cínica adulación. Desgraciadamente, este cargo le duraría poco tiempo, porque, el 8 de junio de 1583, fallece por las heridas producidas por la coz de un potro, poco antes de cumplir sesenta años y sin ningún signo de vejez. Triste manera de morir un hombre tan valiente. Dejó un solo hijo, don Hernando Dávila y Gallo, habido de doña Catalina Gallo, señora flamenca con la que estuvo casado tan solo once meses.

El rey lamentó mucho su muerte, es posible que lamentara no haberle concedido el hábito de Santiago que tanto pidió y que tenía tan merecido[21]. Es posible también que el Apóstol le reconociera en el Cielo como uno de los más nobles soldados de su Caballería, aun sin hábito.


Sus restos fueron llevados a hombros por sus desolados soldados y depositados en la iglesia de San Francisco de Lisboa y, posteriormente, trasladados por su hijo a Ávila. Hoy están en la capilla mayor de San Juan Bautista, parroquia de esa preciosa ciudad, a donde siempre deseó volver.

Fig. 4.jpg

                                                          Fig. 4 - Iglesia de San Juan Bautista. Plaza del Mercado Chico. Ávila (Dominio público)

 

  

Bibliografía

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ARIZ, Fray L. – Historia de las grandezas de la ciudad de Ávila. Alcalá de Henares: Ed. Luys Martínez Grande, 1607.

CLONARD, conde de – Historia orgánica de las armas de infantería y caballería.

DÁVILA Y SAN VITORES – El Rayo de la Guerra: Hechos de Sancho Dávila, sucesos de aquéllos tiempos. Valladolid: 1713.

FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, M. (director) – Corpus Documental de Carlos V. Universidad de Salamanca: 1979.

FUENSANTA DEL VALLE, marqués de la – Colección de Documentos Inéditos. Madrid: Imprenta David Ginesta, 1879.

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__________________ – «La crisis de los Países Bajos a la muerte de D. Luis de Requeséns», en Chronica nova 7. Universidad de Granada: 1972.

__________________ – “Sancho Dávila en las campañas del duque de Alba en Flandes", en el Anuario de Historia Moderna y Contemporánea, 2 y 3. Universidad Granada: 1975-76.

__________________ – «Sancho Dávila y la anexión de Portugal (1580)», en Chronica nova 2. Universidad de Granada: 1968.

MIRAFLORES, Marqués de -Vida del general español D. Sancho Dávila y Daza, conocido en el siglo XVI con el nombre de El Rayo de la Guerra. Madrid: 1857.

PARKER, J. – El rey imprudente. Alianza Editorial.

REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA. Diccionario Biográfico Español.



NOTAS

[1] Felipe II reivindica su derecho a la corona portuguesa como rey de Castilla

[2] DÁVILA Y SAN VÍTORES: El Rayo de la Guerra: Hechos de Sancho Dávila, sucesos de aquéllos tiempos. Valladolid, 1713. Nos presenta en las primeras páginas una semblanza de Sancho en su infancia.

[3] Para esta parte de la biografía, sigo principalmente a DÁVILA Y SAN VÍTORES (op. Cit.) y MIRAFLORES, Marqués de: Vida del general español D. Sancho Dávila y Daza, conocido en el siglo XVI con el nombre de El Rayo de la Guerra. Madrid, 1857.

[4] FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, M. Corpus Documental de Carlos V. Tomo IV. Pág. 274. Universidad de Salamanca. 1979.

“El Papa haze gente y junta dineros por todas las vías que puede. Dase mucha furia en las fortificafiones de Paliano. Ha scripto y embiado hombres a todos los potentados de Italia para los atraer a su opinión contra Su Magestad, persuadiéndoles a que echen los españoles de Italia. Entiéndese por cierto que tienen concluyda la liga con el rey de Francia y duque de Ferrara y que trabajan de poner en ella a veneçianos". 

Carta del Duque de Alba a Juana de Austria, 17 de julio de 1556.

[5] Colección de Documentos Inéditos. Tomo XXXI. Págs. 160 y 161, en MARTÍNEZ RUIZ, E. Chronica Nova 2. Universidad de Granada. 1968.

[6] Hijo de Juana de Castilla, hermana de Felipe II. 

[7] Que presentaba su candidatura como rey de Castilla.

[8] Crato era la sede de la orden de San Juan de Jerusalén.

[9] Envía una carta a la cámara de Lisboa haciendo valer sus derechos. LAFUENTE, M. Historia General de España. Tomo IX. Monterrey y Simón ed. Barcelona, 1888. Pág. 170. También en Colección de Documentos Inéditos. Tomo VI.

[10] PARKER, J. El rey imprudente. Alianza Editorial. Pág. 447.

[11] Viejo y recuperado del destierro al que fue condenado por el rey en Uceda por haber consentido la boda de su hijo don Fadrique, en contra de los deseos reales.

[12] «Paresce al Consejo que ninguna persona de la que hoy conoscemos es más conveniente y a propósito que la del duque de Alba», aun reconociendo el presidente «el justo desdeño que Vuestra Majestad tiene del duque», en la Colección de Documentos Inéditos. Tomo VIII. Págs. 516-519.

[13] ALMIRANTE, J. Historia Militar de España. Tomo II. Pág. 323

[14] Para el desarrollo general de la campaña, sigo a ALMIRANTE, J. Op. Cit. Págs. 327 y ss.

[15] Durante toda la campaña insistiría el rey en evitar saqueos y derramamiento de sangre innecesaria. Por ejemplo, en Colección de Documentos Inéditos. Tomo XXXV. Págs. 61 y 62, en carta de Felipe a Alba, dice: «que lo ordenéis que no haya saco en Lisboa ni lo pueda haber, porque nunca jamás en la vida de los hombres se acabará la grita de ello». Evidentemente, esta orden no se cumplió a rajatabla a pesar de que el duque de Alba utilizó gran dureza para reprimir excesos de sus soldados en este sentido.

[16] PARKER, J. Op.cit. Pág. 452. Ésta será una obsesión del rey de España intentando capturar a don Antonio. Ya se imaginaba las dificultades que seguiría poniendo el de Crato si no lo conseguía, como así fue.

[17] MARTÍN GARCÍA, G. “Sancho Dávila, soldado del rey". Diputación provincial de Ávila. Institución Gran Duque de Alba. 2010.

[18] Sigo a PANDO, M. Vida del general... Págs. 264 y ss.

[19] Para fundar un mayorazgo en la dehesa de Villagarcía que había comprado.

[20] PANDO, M. Vida del general... Págs. 265.

[21] Una exigente investigación para probar su pureza de sangre concluyó que cinco generaciones atrás, había un ascendiente judaizante de Sancho, por lo que se le negó el hábito con gran frustración por parte de Dávila. Curiosamente, tras un no tan exigente juicio para la concesión del hábito de la orden de Alcántara le fue concedido éste a un nieto del propio Sancho, cuyo mérito principal era, precisamente, ser descendiente de nuestro personaje.


MANUEL CASAS SANTERO

Coronel de Infantería del Ejército Español. Egresado de la Academia General Militar con el empleo de Tniente de Infantería en 1983.
Destinado en el Instituto de Historia y Cultura Militar. Responsable de la ponencia “siglos XVI y XVII”.
Publicaciones y colaboraciones: “Apuntes militares de Ávila”. “Militares en embajadas”. “Actas congreso Casa de Austria en Valladolid 2021”.​


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Como citar este texto:

SANTERO, Manuel Casas – Sancho Dávila Daza. Maestre de campo general en la campaña de Portugal (1580). Revista Portuguesa de História Militar – Dossier: O reinado de D. Sebastião, a “perda de independência" e o período Filipino. [Em linha] Ano IV, nº 7 (2024); https://doi.org/10.56092/UVKK7279 [Consultado em ...].


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